lunes, 31 de marzo de 2008

MALASAÑA (Y ATARDECER, Y SUEÑOS, Y FLUIDEZ SIN DRAMA)





Sentados en un banco, intentando decirte algo parecido a esto:

“Rompiendo la cáscara de huevo del cerebro. Porque la noche no puede adivinarse, sólo se puede bailar. El universo se desplaza persiguiéndose la cintura, los cometas y las modas regresan, y la ciudad continúa estéril, sin ni siquiera enseñarnos a envejecer. Cosas que hacer tomando el sol en el parque del Blockbuster cuando no hay ganas de buscar trabajo. Un proyecto, un secreto y está en el aire, en los rótulos comerciales, en las pizarras que ofrecen el menú del día y por supuesto en los repartidores de publicidad de la plaza de Vázquez de Mella, que también son camellos a tiempo parcial y te hablan de paradojas matemáticas y del amanecer en Argel mientras te conducen hasta cerca de su piso. Psicogeografía, sensualidad efervescente de los holgazanes, deambular con el corazón a pierna suelta, sin levantar el lápiz del papel, sucumbir a la ciudad como a un todo. Vagabundos en la decadencia del mundo industrial en solitario o en equipos de dos. Cuando te abandonas a callejear sin excusa, las mujeres morenas de treinta años con tetas como ovillos de lana te sienten y se asustan como si pudieran darse cuenta que ahora eres libre, como si efectivamente fuese real esa sensación de inmunidad que te embriaga. Y los dos suplicamos una agresión sexual, un polvo imprevisto, pero la ciudad siguió diluyéndonos. “Batallas que no se encuentran en los mapas”, las bocanadas de lucidez mientras paseas, dar regalos, explorar Madrid. Una nueva poesía para una nueva vida. Una nueva vida, sin separaciones, con distancias, con sentido del tacto, sin hipnosis social, sin ilusión de eternidad. Los compinches del atraco a una caja de ahorros no se encuentran en la sección de anuncios clasificados. Estamos rondándonos: lunas rotas, pegatinas, pintadas inmoladas en cualquier fachada, olores, canciones que salen de alguna ventana como humo… Son las contraseñas, marcas escondidas por toda la ciudad, la jerga en clave de una quinta columna compuesta por delincuentes, soñadores, maleantes, revolucionarios, puteados, vagos y enamoradizos que deberíamos estar destinados a juntar nuestras fuerzas pero nos desconocemos aunque nos buscamos con esmero. Tentando el día del delirio ¿No sientes que el mundo reclama nuestro dominio a cada instante? Por que un poema hoy solo es válido si contiene las pistas de su propia superación, si se inscribe en un sistema experimental de notaciones para argonautas que rastrean la transmutación social a través de la densidad de la calle. Con sus sedimentos de deseos sin salida, con su impulso por delante de las palabras que han perdido el ritmo. Que este boceto tenga al menos el valor de reinstaurar el paso, a través de la disolución del sentido, del invierno, de nuestra inteligencia y de nuestra fe.”

Pero sólo pude decirte:
“¿Sabes? Creo que es importante coleccionar cosas que no podemos comprar”
Y yo tenia mi botín pegatinas recolectadas y mi libretita de frases divertidas casi como mis únicos argumentos, con toda esta vieja civilización hundiéndose alrededor.
Tú sonreías y yo no sabía si alguna vez te había querido, pero imaginaba que sabrías a algo parecido a una sandia. Luego, no se sabe muy bien como, siempre se termina hablando de los sueños, mientras el sol de la tarde, ya somnoliento, afantasmaba la plaza del Dos de Mayo y tú y yo transitábamos la juventud por ejemplo ahí.

Y yo te pedí: “Cuéntame aquella pesadilla otra vez”. Y alrededor jugaban al fútbol niños pequeños de todos los colores. Volver a casa con una conexión nueva: Malasaña y atardecer y sueños y fluidez sin drama.
¿Cómo poder hacer algo con todas estas cosas que sientes?











1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso texto, cargado de un "optimismo anticipatorio" aún su melancolía, o precisamente por ella. Lo más evocador, si no fuera porque estamos ya demasiado "referenciados" de las cartas de amor, o eróticas, con faltas de ortografía de Rimbaud, reanunciadas con hermosura. Y atinada fusión de una lírica "sin destino", a la que se llega "sin propósito preconcebido", y su realización en la vida cotidiana de un pensamiento utópico que encuentra su lugar.
Eugenio.