Alrededor de la plaza de Olavide, tan llena de luz y con el chorro de esa fuente parodiando nuestro destino, las casas son barcos atracados esperando el fin de la veda antigravitatoria. Tras la revolución, saldrán a faenar entre las nubes para llevar lluvia refrescante a las tardes de futbol en verano. En la orilla de un anticiclón amarse debe ser un baile de juncos.
lunes, 31 de marzo de 2008
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